La forma de relacionarse o lidiar con una audiencia puede ser abrumadora para algunas personas. En la actualidad, es fácil encontrar disponible un gran abanico de propuestas para hacer frente a esta dificultad y poder ser más efectivos en contextos sociales. Una de estas alternativas es la neurooratoria, una serie de técnicas que prometen, entre otras cosas, hacer que las personas dominen el escenario, el ritmo de la conversación y logren convencer, todo esto a partir del conocimiento, claro, del cerebro.
La neurooratoria se define al mismo tiempo como una ciencia y una técnica. Sus teóricos argumentan que se encarga de entender cómo los estímulos influyen en el cerebro, y cómo este procesa la información. Quienes la practican hablan de una serie de herramientas basadas en hechos científicos, que sirven para mejorar las habilidades de comunicación en el campo de la oratoria, con el propósito central de tener una comunicación efectiva. A lo largo de toda su propuesta, la neurooratoria hace énfasis en la importancia de “convencer, persuadir y enamorar al público”.
De acuerdo con la neurooratoria, el efecto de cualquier discurso va más en el cómo se dice, que en lo que se dice. De hecho, se habla de un 93 % no verbal y solo un 7 % verbal que integran cualquier intervención o interacción que incluya el lenguaje hablado. Por lo que el impacto del discurso depende directamente de la preparación y de la articulación del cuerpo, la emoción y el lenguaje en la transmisión del mensaje a la audiencia.
Para conseguir su propósito, la neurooratoria echa mano de conceptos también presentes en el neuromarketing y en la programación neurolingüística. Y articula 10 principios claves para vender un mensaje, voz, cuerpo, ropa, recursos audiovisuales, tiempo, estilo, interacción, mensaje, credibilidad y personalidad.
La mera definición de la neurooratoria y sus principios crea de base una serie de necesidades y expectativas personales que involucran aspectos físicos, comportamentales y económicos. Incluso, en un contexto de pandemia, los cambios en las dinámicas laborales y el rol de la telepresencia le da mucha más importancia a la efectividad y la trascendencia de nuestros mensajes.
Pero, ¿que es lo que es lo que se considera efectivo?, muchas veces transmitir un mensaje ni siquiera requiere de una comunicación verbal o incluso corporal. Con frecuencia, aspectos como nuestro olor o las hormonas que estamos liberando constituyen un lenguaje en sí mismos, y pueden ser más rapidos que la misma oralidad.
La promesa de la neurooratoria dota a las personas de una autoconfianza mal fundada que en ocasiones funciona y en otras crea una expectativa de dominar una técnica que nos pondrá en ventaja sobre los demás, que promete ayudarnos a vender nuestra idea, cualquiera que esta sea.
En la propuesta de la neurooratoria se pueden encontrar tres errores importantes:
Compilación de técnicas: La neurooratoria funciona más como una compilación de técnicas comunicacionales presentes en el teatro, la actuación y el canto, bajo la sombrilla de un cerebro descubierto que siempre ha estado presente. Quizá los ejercicios prácticos que ofrece la neurooratoria puedan llegar a funcionar. Pero el punto aquí es que quizá esto no se deba a un conocimiento detallado del cerebro sino a que su práctica en otros contextos ya ha probado ser efectiva. Un ejemplo de ello serian los ejercicios de respiración diafragmática, que han demostrado ser eficaces en procesos de meditación, en entrenamiento actoral o incluso durante un ataque de pánico.
Hay una confusión entre cerebro y mente: En la propuesta de la neurooratoria, aparentemente la información verbal y no verbal entra por el cerebro y se dirige a la mente. No hay claridad entre la forma como el receptor recibe el mensaje ni cómo este se procesa. Además, es incorrecto distinguir entre cerebro y mente, porque sin el primero no es posible hablar del segundo, pues la mente es un fenomeno emergente del cerebro.
Los resultados que promete son ambiguos: aunque llamativos y seductores estan llenos de matices y ambigüedades que no permiten establecer un criterio de cumplimiento o efectividad de aplicación de las técnicas. Mejorar, convencer o vender son verbos que dan cuenta del cambio desde un estado previo que la propuesta de la neurooratoria no tiene en cuenta.
Aunque la neurooratoria también puede percibirse como una democratización de las técnicas para el éxito, que solían estar disponibles de manera exclusiva para los grandes liderazgos, la propuesta trae consigo una serie de complicaciones que pueden generar frustración y hacer que las personas inviertan sus recursos en procesos de entrenamiento y capacitación que poco o nada tienen que ver con las neurociencias como base cientifica del producto por el que están pagando.
Como solución para enfrentarse a las audiencias, la neurooratoria hace un uso ligero del prefijo neuro. En sus postulados y principios, las referencias al cerebro son escasas e inconexas, y muchas veces conectadas a algunos neuros dudosos que también se revisan en esta serie.
Cerebro derretido
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