Si hay algo que caracteriza a los humanos es su capacidad de transformar los espacios que habitan. Desde convertir una primera caverna en refugio, hasta el más reciente artefacto decorativo que instalamos en casa, seguimos adaptando y transformando los espacios. Esta capacidad dio lugar a la arquitectura que, en esencia, es la construcción y transformación de espacios a partir de un proceso de planeación, diseño y sobre todo intención.
La arquitectura valora las características de los ambientes y los efectos que éstos pueden tener en la vida de las personas. Formula y desarrolla procesos de diseño que van más allá de la funcionalidad de los espacios y considera sus efectos en el bienestar de las personas. La relación entre los edificios y lugares que habitamos, y su efecto en el bienestar y el comportamiento de las personas, permite generar un encuentro entre el estudio del cerebro y la arquitectura como disciplina.
La neuroarquitectura es la forma de entender el efecto del diseño y la planeación de espacios en las emociones, acciones y pensamientos de las personas. Supone que el ambiente (o los espacios que se habitan) afectan la forma como pensamos y experimentamos emociones, algo que ha venido confirmando la psicología a traves del estudio de comportamiento y la neurociencia, mediante el estudio de eventos ambientales en el cerebro. Por lo que el diseño de un entorno, a partir de los principios de funcionamiento del cerebro, hará posible crear espacios que favorezcan el pensamiento, el estado de ánimo y sobre todo de bienestar.
El origen de la neuroarquitectura se atribuye al trabajo del médico estadounidenses Jonas Salk, quien durante la década de 1950 desarrollaba alternativas de vacunas contra la poliomielitis. Al verse en un bloqueo creativo, decidió pasar una temporada en un convento italiano donde logró inspirarse y dar con la solución para el desarrollo de la vacuna.
Pero, ademas de crear la vacuna, Salk reconoció que las caracteristicas arquitectonicas del convento San Francisco de Asís facilitaron su creatividad y el flujo de su pensamiento. Por ello, al volver a Estados Unidos se contactó con el arquitecto Louis Khan y juntos trabajaron en el diseño y construcción del instituto Salk, primer referente de la neuroarquitectura en el mundo. Cada uno de los edificios de este instituto, ubicado en La Joya, California, tiene una disposición especial. El diseño de las oficinas está pensado cuidadosamente para promover la creatividad y garantizar el bienestar de los investigadores.
La neuroarquitectura, como aplicación del conocimiento del cerebro en la arquitectura considera cinco principios al pensar en el diseño de los espacios:
Iluminación: tiene que ver con la presencia de luz natural o artificial y sus efectos sobre la concentración y la atención. Se argumenta que el manejo de la luz puede lograr relajar la mente.
Zonas verdes: De manera similar el acceso a zonas con naturaleza, facilita la productividad y mejora los estados de ánimo, pues abre la mente a nuevas ideas.
Techos: la altura de los cielorrasos permite evocar mayor creatividad cuando son altos, y mejor concentración, cuando son bajos. La altura de los espacios permite influir en la forma de enfocar la mente en una tarea.
Color: puede condicionar estados de ánimo al reducir la percepción de estrés y de ansiedad.
Elementos arquitectónicos: aspectos como los ángulos de las paredes, o de ciertos elementos dentro del espacio, pueden evocar sensaciones de encierro o de seguridad que facilitan o no la sinergia de las personas con los espacios.
Además, la neuroarquitectura usa métodos de evaluación de las neurociencias y la psicología para entender la influencia del entorno sobre la mente. Entre estas herramientas se encuentran las medidas fisiológicas para monitorear la actividad cerebral durante, por ejemplo, la exposición a realidad virtual o la simulación de espacios construidos.
De esta forma, es posible tener mayor control sobre las caracteristicas de los espacios proyectados, variarlos en tiempo real y tener mejor registro de sus efectos en las personas. Este tipo de datos permite planear diseños en función de la experiencia emocional y cognitiva que se espera evocar; la concentración en una oficina, o la creatividad en un espacio artístico. En este contexto, las neurociencias ayudan a sistematizar la intuición del arquitecto en una mejor planificación de los espacios, y a continuar un acto tan natural para los humanos como es la adaptación del entorno.
La neuroarquitectura como disciplina cuenta con una estructura asociativa conocida como la Academia de neurociencias para la arquitectura (ANFA, por sus siglas en inglés), que promueve los avances de investigación en neurociencias respecto a la comprensión de las respuestas humanas hacia los ambientes construidos.
Aunque la neuroarquitectura resulta ser una aplicación satisfactoria del conocimiento del cerebro a la arquitectura, es posible llamar la atención sobre algunos puntos:
Dificultades en el uso de términos: en las fuentes que hablan sobre neuroarquitectura se puede encontrar el uso indistinto de términos como mente, cognición y pensamiento, asi como los de emoción, estados de ánimo, memoria y productividad. Es difícil discriminar cuándo se habla de procesos básicos, de comportamientos o de conceptos asociados a la productividad y efectividad de trabajo en contextos educativos.
Hablar de neurogenesis adulta: la neurogenesis se entiende como la formación de nuevas células cerebrales que podrian tener el potencial de mejorar procesos asociados a la memoría y la atención. Sin embargo, es incorrecto hablar de un efecto directo de una estructura arquitectónica sobre la aparición de nuevas células. Aunque se han documentado escenarios donde es posible la aparición de nuevas células cerebrales (no necesariamente neuronas), durante la edad adulta es improbable que solo el contexto provisto por la estructura del espacio logre generar un cambio de estas caracteristicas en el encéfalo.
Efectos directos sobre estructuras cerebrales: varias propuestas de neuroarquitectura hablan de efectos directos sobre estructuras como la amígdala y los estados emocionales. Aunque la amígdala se involucra en respuestas emocionales, tambien tiene roles importantes en la consolidación de recuerdos. Al hablar del cortex prefrontal tambien se sobresimplifica su función y la forma como éste interactúa con el entorno.
Excluye la diversidad sensorial: en general, la neuroarquitectura deja por fuera las capacidades sensoriales de personas en condición de discapacidad de diferente tipo. Dentro de sus principios no se contempla esta diversidad funcional ni la forma como el cerebro se adapta a ellas.
El uso del termino “mente”: separar el concepto de “mente” (que es muy complejo), de los conceptos de cerebro y de corporalidad, constituye un error importante respecto a la forma como la neurociencia considera el cerebro como causa y explicación del comportamiento. Y da lugar a posibles consideraciones dualistas sobre la experiencia de la persona y su comportamiento.
La neuroarquitectura hace un avance importante en términos de coherencia y sistematización de sus avances respecto al conocimiento del cerebro en su propuesta. En este contexto, quizá sea mejor hablar de aplicaciones de la neurociencia en la arquitectura y no de neuroarquitectura como disciplina derivada de las neurociencias. Pues utilizar el conocimiento que produce una disciplina, o las herramientas que la caracterizan, no son suficientes para declararlo como subdisciplina.
En conclusión, la neuroarquitectura es un cerebro consistente, pero no por ello podemos bajar la guardia y dejar de ser críticos. Considerar las debilidades de los neuros fortalece las neurociencias y también el bienestar de las personas.
Cerebro consistente
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