La astrología es la madre de las pseudociencias, el ejemplo perfecto de la explotación de nuestra necesidad biológica de atribuir causas a los eventos que nos rodean. Esta necesidad nos impulsa a aceptar cualquier tipo de causalidad, por más lejana de la realidad que esté. La astrología surge en los albores de la humanidad (25.000 años atrás) cuando se reconoció la posibilidad de predecir los cambios lunares y su obvia relación con la agricultura, la siembra y el riego.
El valor cultural de la astrología se ha plasmado en muchas sociedades y es sabido que grandes decisiones políticas y militares han sido dirigidas de acuerdo con sus dictados. En un final glorioso, se agradece a los misteriosos poderes del universo y a la sabiduría de los astrólogos que son capaces de entenderlos, pero cuando el final es nefasto, se explica que es una “ciencia” que puede depender de la interpretación y que si hubo algún error, éste se debió a un astrólogo mal preparado, cuyo castigo, en la antigüedad, podría incluso llegar a ser la muerte.
La astrología comprende dos aspectos. El primero de ellos define la personalidad o el carácter de las personas, de acuerdo con el momento y lugar del nacimiento. Cada astro (incluidos el Sol, la Luna que en el lenguaje de la astrología se llaman luminarias, y el planeta enano Plutón) imprimen rasgos característicos en la personalidad, dependiendo de cuál sea su ubicación en el espacio alrededor de la persona en el momento de su nacimiento. Para fines astrológicos, se ha dividido ese espacio en doce sectores denominados casas y, dependiendo de en cual “casa” se encuentre un planeta, su efecto será mayor o menor. Además ese efecto dependerá de cuál sea la constelación en la que se encuentre en ese momento tal planeta. Así, tener el Sol en la casa a veinte grados de Leo, será muy diferente a si se encuentra en la casa VI o en otra constelación. Esto crea una gran cantidad de interacciones que son interpretadas por el astrólogo. El segundo aspecto de la astrología es el adivinatorio, que se fundamenta en la descripción de los efectos diarios que ejerce la posición de cada planeta sobre la persona. Naturalmente, para seguir las ideas de la astrología, el aspecto adivinatorio habría de ser calculado de forma particular para cada persona; pero, en aras de la masificación, se hacen predicciones generales a todos los nacidos bajo un mismo signo zodiacal.
En la actualidad, y en un aparente intento de renovación de marca, se ha empezado a hablar de neuroastrología. Y se la presenta como una compilación de investigaciones en psicología, función cerebral, comunicación y astrología. Afirman que la carta astral de cada persona tiene una correlación directa con la conectividad de su cerebro y buscan que la persona encuentre su mejor versión gracias a la mirada interna sobre los pensamientos, reacciones, sentimientos y estilos de comunicación. Quienes practican la neuroastrologia consideran que se debe trascender la visión científica de que somos únicamente el producto de nuestra genética, cromosomas y ADN. Según ellos, tenemos elderecho divino” de cambiar lo que pensamos que somos. Por ejemplo, una persona que nazca en el seno de una familia alcohólica puede decidir no ser alcohólica. La frase “el cerebro es nuestro hardware, puede ser cambiado, actualizado y reconfigurado” recoge mucho de sus ideas.
También existen con varias aplicaciones, por ejemplo la “neuroastrología de la alimentación” donde se proponen esquemas de alimentación que aumenten las cantidades de neurotransmisores cerebrales de acuerdo con los “temperamentos” de la personalidad definidos en su momento por Hipócrates (quien vivió en Grecia entre 460 y 370 a. C.), a saber: sanguíneo, flemático, colérico y melancólico. Estos temperamentos incluso se logran relacionar con algunos neurotransmisores como dopamina, GABA, noradrenalina y serotonina, respectivamente.
La contribución de la astrología es la adscripción de cada temperamento a uno de los cuatro elementos astrológicos: aire, agua, fuego y tierra. La neuroastrología, entonces, recomienda a cada uno de estos temperamentos, una dieta para aumentar los demás neurotransmisores. Además, se proponen determinados colores que deben ser usados en cromoterapia para cada uno de los temperamentos.
Para aumentar la credibilidad de su campo, la neuroastrologia puede llegar a incluir elementos de la astrología y la medicina chinas. En este extenso recorrido tanto histórico como de análisis, se pueden identificar tres problemas importantes en la neuroastrología:
Efectos planetarios: Hasta el momento ha sido imposible demostrar cómo podría darse el efecto de los planetas sobre el recién nacido. No es posible que sea por la luz, pues por lo general los partos se realizan en cuartos cerrados. Tampoco podrían ser otros tipos de radiaciones electromagnéticas, pues los planetas no producen estos tipos de radiación y, aunque la produjeran, la maraña de ondas electromagnéticas que rodean nuestro ambiente ofrecería tal interferencia que serían indistinguibles. Tampoco se puede tratar de fenómenos gravitacionales, pues, la atracción gravitacional de las personas alrededor del bebé que nace son inconmensurablemente mayores que las de planetas situados a millones de kilómetros de distancia. Lo más probable es que el único valor que tengan estas ideas, sea el literario y el cultural.
Conectividad cerebral: Hasta el momento no existe ninguna evidencia del efecto que puedan tener los planetas sobre el comportamiento ni mucho menos sobre la conectividad cerebral. Si tal fuera el caso, sería esperable tanta diversidad en la conectividad cerebral que virtualmente sería imposible lograr establecer comunicación con otra persona. Así, según la neuroastrología, cada posición de cada planeta implicaría cambios de la conectividad física del cerebro. Existen ocho “planetas” considerados por la astrología, dos luminarias (el Sol y la luna) que pueden ocupar cada uno de ellos una posición entre 360 grados a lo largo del año solar. Cada una de esas posibles localizaciones puede darse en uno de 30 grados posibles, en cada una de las doce constelaciones del zodiaco. Además, cada una de esas posiciones puede darse también en uno de 30 grados de cada una de las casas. Algo como 1 x 360 x 10 x 12 x 30 x 12 x 30, es decir, más de 450 millones de posibles ubicaciones. La astrología se interpreta por las relaciones entre los planetas (conjunciones, trígonos, sextiles, etc.), de forma que el número de posibilidades es inmenso y es virtualmente imposible que la variabilidad dentro de una especie (Homo sapiens) permita siquiera una millonésima parte de estas posibilidades de conectividad entre regiones del cerebro, sin dejar de pertenecer a la misma especie.
La predicción: Siempre las predicciones astrológicas son realizadas usando frases arquetípicas de gran vaguedad, de forma que puedan ajustarse a cualquier persona, en cualquier caso. Resulta esclarecedor hacer el breve ejercicio de leer, en la noche, las predicciones astrológicas que fueron publicadas ese mismo día y ver cómo, las predicciones que se hicieron para cualquiera de los signos, podrían ajustarse a lo que nos sucedió ese mismo día.
La neuroastrología resulta entonces algo más cercano a una matrusca pseudocientífica que a la aplicación disciplinar del conocimiento derivado del cerebro. Incluso la neuroastrología aplicada a la alimentación resulta por demás arriesgado. Permitirse realizar cambios en la dieta fundamentados en los “temperamentos” es una mala idea, pues no existe evidencia de que ellos realmente existan ni menos aún de que estén relacionados con la disminución de determinados tipos de neurotransmisores. En conclusión, la neuroastrología es un cerebro más que derretido, trata de renovar la vigencia de una pseudociencia que ha perdido atención en el mundo actual intentando conectarlo con el cerebro, que siempre siempre está de moda.
Cerebro derretido
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